El estrés es una respuesta normal del organismo ante las demandas y desafíos cotidianos. Aunque suele relacionarse con efectos negativos, también puede manifestarse de forma positiva, lo que se conoce como eustrés.
Este tipo de estrés nos impulsa a actuar, a mantenernos motivados y a cumplir metas. Por ejemplo, cuando un estudiante se prepara para un examen importante o un profesional asume un nuevo proyecto, la presión que siente puede convertirse en un motor que lo ayude a dar lo mejor de sí.
El estrés positivo aparece en situaciones que nos exigen concentración, energía y organización, pero que al mismo tiempo generan satisfacción cuando se superan. Competir en una carrera deportiva, planear un evento familiar o enfrentar una entrevista laboral son experiencias que pueden producir nerviosismo y adrenalina, pero que, al gestionarse de forma adecuada, fortalecen la confianza y la resiliencia.
Por otro lado, está el estrés negativo, también llamado distrés. Este surge cuando la presión es excesiva o prolongada, y el cuerpo y la mente no logran recuperarse. En este caso, en lugar de motivar, el estrés bloquea y desgasta, generando ansiedad, insomnio, dolores de cabeza o irritabilidad. Un ejemplo común es cuando una persona enfrenta una carga laboral incontrolable, problemas familiares constantes o situaciones de incertidumbre sin espacios de descanso adecuados.
Para la Psicóloga Clara Inés Hernández y presidente de la Asociación EMDR Colombia: “El estrés dañino, el que no genera expectativas de resultados, sino que al contrario se represa y bloquea, nos debe llevar a pensar en revisar los esquemas de afrontamientos de altas demandas en la vida y éstas se encuentran en el aprendizaje que tuvimos en la infancia de los modelos próximos de identificación. ¿Cómo resolvían los problemas? ¿Qué nos hacían sentir cuando hacíamos o dejábamos de hacer algo? ¿Qué situaciones resolvimos con éxito? y ¿cuáles no pudimos controlar? Son algunas de las preguntas que debemos resolver, para que el estrés de la vida sea proactivo no bloqueante. Que no se represe.
Además, debemos tener en cuenta los hábitos de autocuidado, sueño suficiente y reparador, alimentación adecuada, relaciones satisfactorias con los demás de nuestro entorno y descanso suficiente y razonable entre las labores que nos ocupan.”
Para evitar caer en el estrés negativo es clave aprender a identificar sus señales. Si notas que pierdes la concentración, que tu estado de ánimo cambia fácilmente o que tu cuerpo se siente cansado aunque descanses, es momento de hacer una pausa y reorganizar prioridades. Reconocer estos síntomas a tiempo permite tomar acciones antes de que el estrés afecte seriamente la salud física y mental.
Algunos tips útiles para mantener el equilibrio incluyen: establecer horarios claros entre el trabajo y la vida personal, practicar actividad física regularmente, realizar pausas activas durante el día y mantener una alimentación saludable. También es importante encontrar actividades que generen disfrute y relajación, como leer, bailar, caminar al aire libre o compartir tiempo con seres queridos.
Finalmente, hablar de lo que sentimos y pedir ayuda cuando es necesario son pasos fundamentales. Conversar con un amigo, acudir a un profesional o apoyarse en la familia ayuda a reducir la carga emocional.
El estrés, bien manejado, puede convertirse en un aliado para crecer y superarse, pero si se descuida, puede transformarse en un enemigo silencioso.
¡Aprender a equilibrar el eustrés y el distrés es esencial para vivir con bienestar y plenitud!