El diseño de una casa tiene un impacto significativo en el bienestar de las personas, ya que no solo se trata de la estética, sino también del orden o cómo los elementos que componen un espacio influyen en nuestras emociones y comportamientos.
La distribución de los espacios, por ejemplo, es clave para fomentar un flujo armonioso de energía en el hogar. Un diseño abierto, con áreas bien conectadas, puede mejorar la circulación, facilitar la comunicación y aumentar la sensación de tranquilidad, mientras que los espacios más cerrados o desordenados pueden generar estrés o incomodidad.
Los colores de las paredes, muebles y decoraciones también juegan un papel importante en cómo nos sentimos dentro de nuestros hogares. Los tonos cálidos como el amarillo, naranja o rojo pueden generar sensaciones de energía y dinamismo, mientras que los colores fríos como el azul, verde o gris ayudan a crear un ambiente relajante y sereno. Elegir colores que favorezcan el estado de ánimo y que se adapten a las necesidades emocionales de cada persona puede mejorar notablemente la experiencia de vivir en ese espacio.
La luz natural es otro factor crucial en el diseño de interiores que influye directamente en el bienestar. La exposición a la luz del sol tiene efectos positivos en la salud mental y física, ya que regula el ritmo circadiano, mejora el ánimo y aumenta la vitamina D. Por lo tanto, maximizar la entrada de luz natural en el hogar, ya sea mediante ventanas amplias, claraboyas o incluso espejos estratégicamente ubicados, puede transformar un espacio, haciendo que se sienta más vivo y acogedor.
Martha Urán, Diseñadora Arquitectónica e Interiorista considera que: “Desde mi perspectiva, el hogar es una extensión de nuestra identidad y emociones, reflejando quiénes somos, gustos, vivencias y salud mental. Cada detalle de nuestra casa, desde la decoración hasta la distribución del espacio y mobiliario habla de nuestra personalidad, hábitos y necesidades. Un ambiente ordenado y armonioso te representa.
Como ya se ha dicho, los colores, la iluminación y los objetos que elegimos influyen en nuestro estado de ánimo y bienestar físico y mental. Por ejemplo, los tonos cálidos y naturales pueden transmitir calma y confort, mientras que los espacios oscuros o sobrecargados pueden generar sensación de opresión y encierro; la forma en que organizamos nuestro entorno también impacta en nuestra creatividad y productividad diaria. Al cuidar nuestro espacio, estamos cuidando de nosotros mismos, el espacio es un reflejo de la persona que lo habita.”
Además, la elección de materiales y texturas en el diseño interior también afecta nuestra salud y bienestar. Los materiales naturales, como la madera, el bambú o el algodón, crean un ambiente más cálido y saludable, mientras que los materiales sintéticos pueden liberar toxinas que afectan el aire de la casa y, en consecuencia, nuestra salud. Optar por muebles y accesorios que utilicen materiales ecológicos y no tóxicos puede mejorar la calidad del aire y promover un entorno más saludable.
Finalmente, la organización y el orden dentro de una vivienda son aspectos esenciales para mantener un ambiente saludable y productivo. El desorden puede causar estrés y ansiedad, mientras que un espacio bien organizado invita a la calma y la concentración.
En resumen, un diseño consciente y cuidadosamente planificado tiene el poder de influir positivamente en el bienestar emocional, físico y mental de quienes habitan un hogar.
¡No olvides que tener un lugar para cada cosa y mantener las áreas comunes despejadas no solo mejora la estética, sino que también facilita la vida diaria y contribuye a una sensación de bienestar general!
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